Aspirantes a la Presidencia de Colombia, la niñez promete (II)

    La rueda ya está inventada. Para llegar oportunamente –por fin- a la vida de la niñez colombiana, no se puede seguir perdiendo tiempo.

    Las cifras que muestran cómo la pobreza y la desigualdad no han cedido terreno en Colombia en los últimos años no son nuevas. Tampoco es novedad que ante su criticidad caigamos en la trampa de patinar sobre señalamientos que evitan las preguntas fundamentales: los porqués.

     

    El 42 % de la población colombiana está en la pobreza. En 2020, para el total nacional, la incidencia de la pobreza monetaria en los niños, niñas y adolescentes fue superior en 13,3 puntos porcentuales respecto a la del total de la población en estas condiciones (Dane, 2021).

     

    En lo que respecta a la prolongación generacional de la pobreza, se insiste en que la educación es uno de los bastiones que fallan, y lo es, ¿pero por qué? Queda oculta o implícita una razón con gran peso: la desnutrición en los primeros años de vida luego tendrá consecuencias en el desempeño académico. Por eso hay que empezar por el principio.

     

    Y aunque esto se sabe también desde hace mucho y la ciencia lo ha ratificado, aún es difícil encontrar eco al respecto en los actuales y futuros dirigentes colombianos.

     

    Para afrontar este inmenso desafío, la principal recomendación que se puede hacer a los aspirantes a la Presidencia de Colombia es que eviten perder más tiempo o inventar fórmulas ya probadas.

     

    En este gran campo de acción no hay que inventar, ni especular, ni improvisar. Ya varias evaluaciones de impacto muestran el camino más acertado para actuar con eficacia en la erradicación de la malnutrición. Los millones de niños y niñas que están llegando a este mundo en hogares pobres pueden encontrar oportunidades si quien gobierna retoma la evidencia científica y la experiencia, aplica los planes y leyes existentes, prioriza y dispone recursos con voluntad política para que sigan avanzando los que ya están al aire e impulsa los que faltan por despegar.

     

    Cito instrumentos de política que se relacionan directamente con la nutrición infantil y que necesitan pista para consolidarse: la Política Nacional de Garantía Progresiva del Derecho Humano a la Alimentación Adecuada, el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional, el Plan Decenal de Lactancia Materna y Alimentación Complementaria 2021-2030, por mencionar solo algunos de tantos que continúan en el papel.

     

    Existe la evidencia científica, los estudios serios, expertos en todo el mundo que han investigado para mostrar cómo la inversión en nutrición infantil no solo responde a reivindicar derechos fundamentales de la niñez, sino que dinamiza el desarrollo económico de las naciones: es el as para contrarrestar la pobreza. Pero como sostiene el profesor Robert Myers en su libro Los doce que sobreviven, el sentido común también nos permite entender que una persona bien desarrollada física, intelectual, social y emocionalmente estará en mejores condiciones de contribuir económicamente con su familia, con la comunidad y con el país.

    Qué necesario es en este momento en que se habilitan espacios para considerar propuestas concretas para un nuevo gobierno, que la ciencia y las prácticas exitosas que han sido probadas sean tenidas en cuenta.

     

    Siempre será un referente obligado el profesor y médico chileno Fernando Mönckeberg Barros, protagonista en la erradicación de la desnutrición crónica en su país. En su gran gesta y con evidente perspectiva de desarrollo, tuvo en mente que para trabajar en educación y en el fortalecimiento de la economía lo elemental es prevenir la desnutrición de los primeros días de vida. De hecho la estrategia de desarrollo que propuso para el país austral en la década de los noventa, tenía como primer punto “La recuperación del recurso humano, dañado por generaciones de marginalidad y desnutrición.”.

     

    En igual sentido, expertos como Reynaldo Martorell sostienen que el círculo vicioso entre pobreza y nutrición se puede romper con la inversión en los mil primeros días de vida, porque como se ha dicho, este lapso es la ventana de oportunidad pero también de gran riesgo porque es el tiempo en que ocurre el 85 % del desarrollo cerebral. La rueda ya está inventada. Para llegar oportunamente –por fin- a la vida de la niñez colombiana, no se puede seguir perdiendo tiempo.

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