Brasil ‘agridoce’

    Durante un tiempo excepcional para el Brasil, la tarea de combatir un asunto de salud pública como lo es la desnutrición infantil fue ejecutada con maestría. La alimentación saludable como derecho humano a la alimentación fue incluida en la Constitución Federal Brasileña en 2010.

    ¿Cómo llegó Brasil a ser un referente para erradicar el hambre en América Latina? La pregunta fue una de las interesantes inquietudes compartidas por la doctora Patricia Jaime, vicedecana de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo, en un espacio* de sincera apertura concedido para conocer la experiencia de ese país en la lucha por mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición infantil.

    Durante este valioso acercamiento pasamos de la alegría a la resignación. Por ello es clave aprender tanto de sus aciertos como de sus errores.

    Brasil fue un gran ejemplo en 2014 cuando salió del mapa del hambre de la FAO al lograr una reducción del 82 % de su población subalimentada.

    En su momento, el tema de los estudios poblacionales nutricionales de los brasileños fue otro de los asuntos que generaban orgullo. Allí, a falta de una encuesta nacional actualizada (en Colombia estamos en deuda para actualizar la última del 2015), alcanzó a contar hasta con 6 encuestas en los últimos años con información vigente y útil que permitía ver la evolución de la seguridad alimentaria. Solo con herramientas como esta y con políticas sociales que lograron darle a la nutrición el lugar que le corresponde en la agenda pública, Brasil pudo reportar que la prevalencia del retraso en talla o desnutrición crónica en primera infancia pasó de 37,1 % en 1974 a 7 % en 2019.

     

    La suerte para millones de niños y niñas brasileños menores de 5 años cambió en ese entonces gracias a la inclusión de la nutrición en la agenda de gestión e inversión en ese inmenso país. Según explica la doctora Jaime, “el 25 % de ese avance se debió al aumento de la escolaridad materna, 22 % al crecimiento del poder adquisitivo de los hogares, 12 % a la expansión de la atención de la salud y 4 % a la mejora de las condiciones de saneamiento”.

    Durante un tiempo excepcional para el Brasil, la tarea de combatir un asunto de salud pública como lo es la desnutrición infantil fue ejecutada con maestría. La alimentación saludable como derecho humano a la alimentación fue incluida en la Constitución Federal Brasileña en 2010. La seguridad alimentaria se convirtió en ley y se implementó la Política Nacional de Alimentación y Nutrición. En este esfuerzo sobresalen programas como Fome Zero (Hambre Cero) y Bolsa Familia que ayudaron a salir de la pobreza a unos 28 millones de brasileños en 2010.

    La atención e intervención estatal se impulsaron gracias a decisiones que marcaron la pauta como la promoción de la lactancia materna (desde la década de los 80), y programas pioneros como el Hospital Amigo del Niño y la Red Brasileña de Bancos de Leche Humana. Adicionalmente, en 1990 se creó el Sistema Nacional de Vigilancia Alimentaria y Nutricional (SISVAN).

    Este gran ejemplo de articulación en el Brasil entre sectores y poderes no puede ser más inspirador. Hubo en esos tiempos al menos 20 ministerios del país que establecieron compromisos con el Plan Nacional de atención de la seguridad alimentaria y nutricional y en todos los niveles de la administración (nacional, territorial, municipal) la nutrición fue lo más importante.

    Sin embargo, nos cuenta con tristeza la doctora Jaime que en una administración posterior se desmantelaron las políticas sociales al dar preferencia a otros asuntos, lo cual se vio acrecentado por la pandemia que causó un franco retroceso. Por todo ello se deterioran gravemente indicadores como la prevalencia de inseguridad alimentaria grave que pasó de 1,9 % en 2015 a 7,3 % en 2020.

    “La talla es un indicador del capital humano”, recuerda la doctora Jaime. Este indicador es mejor que en el pasado, pero le preocupa y siente impotencia y reserva ante los recientes datos actuales sobre el crecimiento de la primera infancia de Brasil. Según dice, en 2021 la tasa de hospitalización por desnutrición en menores de un año es la peor registrada en los últimos 13 años. Esto la desconcierta aún más considerando el historial de esfuerzos realizados.

    Razón tiene Carlos Granés, doctor en antropología social, al sostener que Latinoamérica amasa una historia compleja y bárbara de vergüenzas y luces.

    Con experiencias como la del Brasil, y el nutrido derrotero de herramientas con los que ya contamos, Colombia podría avanzar y marcar la diferencia en la lucha contra el hambre y la desnutrición infantil. En las palabras de Patricia Jaime, “quien tiene hambre tiene prisa” y aquí la urgencia empieza por la primera infancia.

    El hambre no da espera, ¡ACTUEMOS YA!

    *Datos y opiniones tomados de la conferencia Experiencia Seguridad Alimentaria Brasil por la doctora Patricia Jaime en el marco del evento “Derecho humano a la alimentación - El caso de Brasil en el combate del hambre y la desnutrición infantil” de la Fundación Éxito y el programa Hambre Cero de la Presidencia de la República de Colombia el 28 de marzo de 2023.

     

    Por Gonzalo Restrepo

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