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    Una de las más importantes contribuciones acogidas por el ICBF fue la mejora en el aporte nutricional de los alimentos entregados en la modalidad Fami que pasó de aportar el 20 % de los requerimientos nutricionales a 35 %.

    En estos días en que las generalizaciones, lejos de orientar, aumentan la incertidumbre, vale la pena hacer eco de los hallazgos logrados con rigor científico para encontrar salidas objetivas y concretas a las brechas sociales que siguen quedando marcadas desde la primera infancia para millones de personas en el país. 

    Es el caso de la Evaluación de Impacto sobre el estudio de estimulación temprana y nutrición realizado entre 2014 y el 2017 en 87 municipios en zona rural y urbana de Colombia. Los resultados de este trabajo emprendido por la Universidad de los Andes, junto con Grand Challanges Canadá, University College de Londres y la Fundación Éxito, retoman su vigencia porque recientemente el estudio fue incluido en la Revista de la Asociación Económica Europea (JEEA), publicación del Departamento de Prensa de la Universidad de Oxford (OUP).*

     

    La publicación es ya una buena noticia. Además, porque permite recordar las razones por las cuales los resultados del estudio han sido tan aportantes para quienes trabajan por el desarrollo de la primera infancia en Colombia.

    El punto de partida fue una propuesta cualificada para la intervención a familias con niños y niñas menores de dos años y de alta vulnerabilidad que formaban parte del programa Hogares Comunitarios FAMI (Familia, Mujer e Infancia) del ICBF.

    Era importante evaluar la propuesta estatal para la población en el periodo más determinante de la existencia: los primeros mil días de vida, dado que este lapso es crucial porque ocurre el 85 % del desarrollo cerebral. Además, porque este programa atiende en Colombia algo más de dos terceras partes de los niños menores de dos años (incluyendo gestantes) en condición de vulnerabilidad socioeconómica.

    En un periodo de diez meses y medio se entregó al grupo escogido para el análisis los componentes de dicha propuesta: estimulación temprana, entrega de alimentos nutritivos -que era adicional a la que tradicionalmente se entregaba por el ICBF-, y material pedagógico de juego y educación nutricional. Además, las madres Fami recibieron capacitación sobre cada uno de estos componentes que recibiría la población intervenida, para que posteriormente pudieran replicarla.

    Sostiene la evaluación que los niños y las niñas que asistieron a los hogares Fami cualificados tuvieron en promedio un desempeño significativamente mejor en las pruebas de desarrollo cognitivo, desarrollo de lenguaje receptivo, desarrollo motor grueso y tuvieron una menor probabilidad (5,8 %) de tener riesgo de desnutrición crónica con respecto a los niños y niñas del grupo de control.

    Una de las más importantes contribuciones acogidas por el ICBF fue la mejora en el aporte nutricional de los alimentos entregados en la modalidad Fami que pasó de aportar el 20 % de los requerimientos nutricionales a 35 % (incluyendo la dilución familiar y de 70 %, si es solo para la gestante o el niño).

    Se trata de un ejemplar esfuerzo de articulación no solo entre sectores (academia, Estado y empresa privada), sino entre saberes: nutrición, psicología infantil y formación de agentes educativos.

    Todo lo anterior constituye evidencias que ilustran con claridad que para hablar de cambio o de transformación es ineludible conocer lo que se ha construido para evitar retrocesos y reprocesos.

    De hecho, uno de los aprendizajes que destaca la evaluación de impacto es que “es posible cualificar efectivamente y con resultados positivos programas públicos para la primera infancia que se ofrecen a escala, sin cambiar los componentes principales de su funcionamiento e infraestructura, y con un grado limitado de control de la implementación en los territorios”.

     

    Presidente Junta Directiva Fundación Éxito.

    (*) https://academic.oup.com/jeea/advance-article/doi/10.1093/jeea/jvac005/6516938?login=true

    Por Gonzalo Restrepo

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