De cero, solo una vez

    Nos podemos devolver infinitas veces en cualquiera de los caminos que elegimos para avanzar en la vida.

    Somos capaces de reponernos de tristezas profundas, de tropiezos laborales, de relaciones dolorosas. Podemos revivir emociones que creíamos perdidas. Son innumerables los casos de quienes en el mundo estrenan cada día experiencias, objetos y lugares “como nuevos”. Pero lo que se deja de cultivar en los primeros años de vida nunca se recupera.

    Por más fuerza y sentido que tenga la resiliencia como un as esperanzador bajo la manga a lo largo de nuestra existencia, el inicio, el punto cero del desarrollo y del crecimiento, solo ocurre una vez. Es el “antes” que se construye en los primeros cinco años, un lapso irrepetible del que van a depender todos los después.

    Y este momento único no es un descubrimiento nuevo en realidad. Las disciplinas dedicadas al estudio del cerebro y el comportamiento han subrayado hace décadas que desde la gestación se sientan las bases del descubrimiento del propio potencial. Como bien lo registra Moisés Wasserman en el juicioso recuento de su obra La Educación en Colombia, “Hoy es claro que esos primeros cinco años son de radical importancia tanto en el desarrollo neuronal como en la formación intelectual y de la personalidad. Su descuido lleva a una inequidad de base, muy temprana y difícilmente compensable posteriormente”.

    Con una mesurada voz de aliento, el profesor Wasserman explica que este libro es su declaración de una visión optimista y realista. Es difícil sin embargo no sentir más desazón que ilusión al constatar gracias a su recuento que han pasado varios planes decenales y gobiernos en los que se rescata la continuidad y coherencia en el diagnóstico, incluso algunas acciones para la atención, pero que dejan todavía una deuda con la niñez: “… en doce años, se llegó a una cobertura de atención integral (que incluye parte de la alimentación) a un 28 % de la población de esa edad”.

    Es muy valiosa su anotación sobre los retos que siguen imperando en las acciones en favor de los menores de 5 años en Colombia. Estamos de acuerdo en que aún hay mucho por hacer para que sea reconocido lo determinante que es la atención integral para la primera infancia en el proceso de educación formal, y lo necesario para garantizar su retorno seguro a los servicios de forma presencial.

     

     

    Desde la ciencias sociales, voces como la del doctor en sicología clínica Robert Myers ratifican la alerta en este sentido: “la experiencia indica que a no ser que se dé una atención específica al desarrollo de las habilidades del niño para pensar, razonar, hablar y relacionarse con sus pares, estas dimensiones del desarrollo se olvidarán o se desestimarán”.

    Estos son los grandes retos que solo podremos superar con atención integral presencial de los niños y niñas.

    Sin desconocer que la emergencia sanitaria trastocó la dinámica ya limitada de la ejecución de planes y presupuestos para todos, tristemente tampoco es nuevo que la población más afectada en la reactivación, siga siendo la primera infancia.

    Aquellos más vulnerables, quienes a la luz de todos viven esos años declarados y entendidos como irrepetibles, no pueden seguir siendo invisibles. Me gustaría poder decirles, siendo optimista, que la propuesta del profesor Wasserman será escuchada y entendida como una de las más enérgicas del Informe de la llamada Misión Internacional de Sabios 2019: “… tratar de lograr cobertura total, y con calidad, en la educación de cero a 5 años, a la mayor brevedad posible”.

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