Este 25 de enero se cumplen 21 años del terremoto que sacudió al Eje Cafetero y borró mucho de lo que conocíamos. El concepto “sismo resistente” logró cimentarse con mayor fuerza y se considera desde entonces indispensable para una construcción física más resistente y de menor riesgo. Después de este suceso, con excepción de unos pocos descalabros, las edificaciones se han levantado en condiciones muy superiores en el territorio.
Sería Ideal que este aprendizaje nos sirviera de ejemplo en la cimentación de la estructura humana.
Los tristemente célebres aniversarios de desastres naturales nos son útiles para resaltar las lecciones aprendidas y no repetir. Estas se han convertido en experiencia sana y permanente.
Los expertos en construcción, que nos han ayudado a entender las causas de muchas de estas fallas, indican que desde las estructuras pueden venir las anomalías que han intensificado la vulnerabilidad de obras fallidas. Unas porque se hacen en terrenos blandos, movedizos o inapropiados sin suficientes bases; sobre topografías inadecuadas o por el desconocimiento de probables movimientos de tierra.
Pero también hemos visto derrumbarse puentes y edificios sin que tiemble la tierra.
En todos los casos el asunto estructural es el punto común. Desde el inicio se tienen que tomar decisiones sólidas, conscientes y responsables al construir los cimientos de lo que al final se espera sea una creación funcional, sostenible y durable.
Ni los seres humanos ni sus creaciones son perfectos o infalibles. Lo que sí es posible es que con los unos y las otras actuemos anticipando o previniendo lo que ya se sabe que puede pasar en caso de. Por eso el aniversario del terremoto de 1999 nos sacudió otra vez en la misma escala que el estudio publicado por la revista especializada The Lancet.* Este llama la atención sobre cómo la pobreza es el principal factor de la mortalidad y la morbilidad prematura, más que otras razones. Una falla social estructural que no para de devastarnos.
Creo que de manera similar al de las obras físicas podemos entender lo que nos explica el informe del Banco Mundial sobre la pobreza de aprendizaje, que se refiere a no poder leer y comprender un relato simple a los 10 años de edad. El punto que antecede a la discusión sobre la calidad de la educación, es la estructura del ser humano para que el proceso educativo realmente encuentre de donde aferrarse para prosperar. Bien dice el Banco Mundial que “…el agua y saneamiento, el transporte, los programas de transferencias en efectivo, la salud , la nutrición, y las reformas de la administración pública son todas áreas esenciales para mejorar el aprendizaje”.** Todos ellos constituyen los cimientos de la formación.
Cualquier parecido con el papel de la nutrición infantil no es pura casualidad. Una falla estructural es una incongruencia inadmisible entre el desempeño y función esperados y los que realmente pueden soportar esa estructura.
Sin una nutrición adecuada y continua desde el inicio de la vida, un ser humano no va a tener la base, pilar o estructura para levantar con solidez nada en su cerebro. Y sin ella insisto, la pobreza va a seguir propagándose generación tras generación.
Nos urge pues fortificar y rediseñar las bases para aumentar las posibilidades de desarrollo y éxito de nuestras niñas y niños en Colombia.
* https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(16)32380-7/fulltext
** https://www.bancomundial.org/es/news/immersive-story/2019/11/06/a-learning-target-for-a-learning-revolution
Gonzalo Restrepo, Presidente Junta Directiva Fundación Éxito