Hablan las que saben

    Magdalena Obregón de Rosas, una de las parteras de Buenaventura, en el pacífico colombiano, trata a cada niño con todo su amor, como si fuera la primera vez.
     
     

    Esos son los niños y niñas que en su  búsqueda diaria subsisten y se abren camino, por tierra o por agua, a través de senderos impredecibles y que han dado su primer paso gracias a estas mujeres sensibles y admirablemente hábiles. Ellos habitan en caseríos alejados o en la ruralidad del litoral pacífico en sitios en los que las nuevas generaciones siguen llegando gracias al cuidado de mujeres como Magdalena y cientos de parteras más.

     

    Ellas cultivan con orgullo un oficio milenario que las diferencia. Se apropian de este saber con la curiosidad de aprendices entregadas y lo perfeccionan con la experiencia que se afianza a través de cada nueva embarazada que deja en sus manos los temores ineludibles de la maternidad. “Es cuestión de responder a un acto de fe”, en palabras de Magdalena. 

    Hablamos con ella que es esposa, madre y abuela. Y todo el tiempo partera. Dice que ha evitado muchas cesáreas innecesarias, que se interesa por lograr que las futuras mamás asistan a controles prenatales y que a ellas se puede atribuir el hecho de que estas entiendan que la leche de los primeros días es la primera vacuna y al mismo tiempo el primer regalo para sus bebés. Todo ello acompañado con terapias, aromáticas y palabras calibradas con la justa medida entre la calma y la motivación; entre la tranquilidad y la decisión. El broche de oro es el consejo de continuar la lactancia materna para que estos niños y niñas crezcan sanos. “Se les nota cuando no son lactados. Eso se nota”, recalca Magdalena con firmeza.

    La buscamos a ella y a las demás expertas en partería que hacen parte de Asoparupa, una de las instituciones apoyadas por la Fundación Éxito para promover la lactancia materna. Encontrarlas ha sido uno de los tesoros en esta lucha por sacar a tantos niños y niñas que crecen en desventaja en tantos lugares de nuestro país, porque dejan de recibir leche materna que es el único producto nutritivo capaz de suplir todas las necesidades en los primeros seis meses de vida y porque no han podido recibir suficiente atención médica certificada. 

    En muchos casos con las parteras hemos encontrado a las mejores interlocutoras posibles, porque además de que comparten un gran saber, a ellas les gusta dialogar. Parte  de su ejemplo es justamente su capacidad de escucha y de apertura. De dar y recibir. Su discurso por la vida, se basa en la perseverancia. Los médicos, -dice Magdalena- “ya saben que sabemos hacer muchas cosas, que no somos ignorantes,  el tabú es menor”.  

    Ahora los profesionales de la salud y en general, todos, las conocemos más. Esta salvadora práctica se ha ejercido desde que existe el mundo, pero es reciente el reconocimiento al arte de la partería como patrimonio cultural inmaterial de la nación, porque es un saber ancestral vigente y necesario. En 2016 el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural oficializó este abrazo abierto y respetuoso a la valiente decisión de facilitar los nacimientos –alumbramientos como los llaman ellas- cuando las distancias y las carencias oscurecen tantos de nuestros horizontes que no son cubiertos en su totalidad por los servicios modernos de salud, la infraestructura, la ciencia y la educación.

    Tal vez son contados los trabajos en el mundo que puedan ser descritos como Magdalena se refiere al suyo: “Esto es tan lindo…es palpable la presencia de Dios”. Ella sueña con ver en su natal Buenaventura un hospital grande, de ciudad. Para que los niños que se esmera por traer bien al mundo tengan atención médica al  nacer y en su vida futura.

     

    Gonzalo Restrepo, Presidente Junta Directiva Fundación Éxito

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