Hambre tricolor

    La desnutrición crónica es un mal silencioso. Los niños que la padecen “solo” muestran una talla más baja de lo que corresponde según su edad.

    La desnutrición crónica es un mal silencioso. Los niños que la padecen “solo” muestran una talla más baja de lo que corresponde según su edad y por lo general no se ven delgados, viven una procesión invisible de la que ni siquiera son conscientes, dado que la falta de nutrientes ocasiona un desastre paulatino que limita el crecimiento del cerebro aminorando el desarrollo cognitivo y emocional.

     


    Cerca de nosotros ocurren miles de sentencias letales que tal vez no cobren la vida de todos los niños que la sufren, pero sí los dejan rezagados para siempre, porque después de los mil primeros días de vida los efectos de este mal son casi irreversibles. Un tema suficientemente grave y doloroso para ser debatido en todos los escenarios de la vida política, económica y social de nuestro país. Pero no es usual, aún.

    Por eso, en nombre de los niños vulnerables de Colombia, aplaudimos y subrayamos los pronunciamientos que se hagan desde cualquier sector para poner el tema sobre la mesa, como ocurrió recientemente en Bogotá, donde la administración distrital se refirió a la situación nutricional de la población infantil y los planes de trabajo que está implementando para combatir el problema. Estamos hablando de necesidades apremiantes cuya solución urgente hace parte de los derechos de los niños, luego la discusión es relevante y el hecho de que exista en la capital colombiana inquietud sobre el vaivén de dichas cifras es de resaltar.

    Las causas para que un niño sufra de desnutrición crónica son bastante evidentes y claramente notorias como para no escucharlas. En Bogotá,y en la mayoría de nuestras ciudades capitales y en muchos de los municipios de Colombia suman más de 500.000 los niños con desnutrición crónica porque les falta una adecuada nutrición, no tienen agua segura, sufren de enfermedades evitables y crecen sin la protección requerida, de acuerdo con los datos de la ENSIN 2015. Según la información oficial, en La Guajira, Magdalena y Cesar se encuentra el 9,4% de estos niños; en Boyacá, Cundinamarca y Meta el 10,7% y en Bogotá el 19,4%, para citar solo algunas. Así que no es un mal lejano que se ensaña en los territorios olvidados de nuestra geografía nacional, tenemos dispersos por toda la nación niños que se debaten entre una vida a medias y un futuro negado.

    Es necesario que exista de parte de todos los gobernantes planteamientos serios sobre la situación nutricional de su población infantil y sobre todo, las soluciones posibles para los vacíos con los que están creciendo nuestros niños. Debería ser tendencia en la vida real y política la indignación por su dolor y sus carencias. Y tendría que ser objeto de análisis y controversia también en las redes sociales, donde se encuentran las voces y las opiniones de las mayorías con el sorprendente poder de llamar la atención y generar reacciones. Si esto sucediera, las necesidades de los niños dejarían su temible bajo perfil y el poder transformador de la humanidad tendría voz y voto en favor de la primera infancia.

     

    Gonzalo Restrepo L.

    Presidente de la junta directiva Fundación Éxito

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