Entre los interesantes detalles que conocimos gracias a su sobresaliente logro, descubrí dos de los que tanto anhelamos resolver para nuestra primera infancia, talla adecuada y cerebro desarrollado. Su pedaleo parece que inició con fuerza, y sin que nada le sobrara e incluso con carencias, como él mismo sostuvo, no tener hambre y contar con una familia amorosa lo llevaron por la senda correcta. Así, a pesar de ser “menudo” sobrepasó la estatura promedio a lo largo de su crecimiento, y el tema de su desarrollo cognitivo llegó como consecuencia natural y lógica. A eso se debe el que además de los aplausos por su mérito deportivo, haya sido debidamente reconocido porque ha demostrado tener la cabeza bien puesta, en razón de que piensa con calma, es capaz de concentrarse y mantener la atención en sus objetivos de alto desempeño. ¡Ah! y además puede hablar más de un idioma.
La conexión de la alimentación con su desarrollo físico y cognitivo lo inferimos porque la ciencia nos lo ha demostrado y Egan es digno de la muestra. Su historia es ilustradora además porque parte de una realidad con inconvenientes, aciertos y dificultades. No se trata de épicas de total desolación y miseria, sino de un ser humano que con aspectos básicos resueltos buscó salir del montón porque verdaderamente lo quería y pudo darlo todo, a pesar de ser común y corriente como el resto. Ahí está parte de la gracia.
Un ejemplo de gloria y de superación deportiva siempre será momento propicio para sentirnos orgullosos y hacer los llamados que corresponde.
Con buenas razones recibimos el “ganamos pero…” de cada disciplina que logra entregarle a Colombia una medalla para que aquí y allá sepan que estos deportistas existen, compiten y ganan contra toda adversidad, porque es insuficiente el apoyo, porque dónde están los recursos, miren que tan difíciles son los patrocinios, etc. Y es válido. Pero insistimos en que la discusión debe centrarse antes, en resolver el primer punto, el que es igual para todos los deportes, profesiones y oficios, y es el de iniciar bien alimentados la carrera de la vida.
Cultivar el esfuerzo, la dedicación y el deseo por superar metas ambiciosas es posible en un terreno abonado con amor, alimentos adecuados y suficientes, agua potable, saneamiento básico, entre otros aspectos elementales. Egan no creció precisamente en la abundancia pero supo escalar con un esencial impulso y se enfiló decidido hacia el triunfo. Por eso ahora es más grande de lo que él siquiera había soñado. Si nuestros niños no tienen que sortear obstáculos evitables, sino los desafíos propios de quienes crecen en igualdad de condiciones para luchar por su progreso, si tuviéramos muchos más niños “comunes y corrientes” podríamos tener muchos más Eganes. La competitividad se logra desde la equidad y no esperando milagros de seres sobrenaturales.
Gonzalo Restrepo, Presidente Junta Directiva Fundación Éxito