Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción de Gioró se transformó ante los registros oficiales de Colombia en el municipio de Lloró, mucho tiempo después de la llegada de los primeros españoles. Desde entonces, lleva un nombre corto y tristemente metafórico que esconde una larga lista de necesidades básicas sin resolver.
Porque pasan los años y en Lloró sigue lloviendo sobre mojado. Lamentamos que el esfuerzo y las acciones parecen no alcanzar, pues el problema es de fondo.
Al conocer las cifras de nutrición materno infantil en este municipio, es innegable añorar la visión integral de la que tanto se habla, pero poco se ve. La talla de los niños que revela si su crecimiento es el adecuado, sigue estando por debajo de los estándares según la edad, generación tras generación. El retraso del crecimiento (baja estatura para la edad) en los niños indígenas (80,8%) fue superior al de los afrodescendientes (23,5%), y en ambos casos superó con creces la prevalencia de Colombia (Ensin 2015: 10,8 %).
Según el Dane (2016), el 15,3% de los niños nacen con bajo peso, es decir, seis puntos porcentuales por encima de la cifra del país, que es de 9,0%.
Estos números sintetizan fríamente una realidad que se mantiene invariable en el tiempo. Las madres gestantes tienen anemia, padecen infecciones urinarias y sus controles prenatales son escasos. Los menores que logran sobreponerse a lo duro del nacimiento, repiten el ciclo de sus ancestros, que por no tener agua segura constantemente o acceso a los servicios de salud y una alimentación con nutrientes, entre otras causas, pasan por la vida con un desarrollo a medias que les resta todas las oportunidades de luchar en condiciones adecuadas por su progreso. Y eso es lo que heredan.
Es un listado muy diciente de situaciones críticas, algunas de ellas prevenibles. Es preciso combatir de una forma diferente la soledad de los indígenas y afrodescendientes lloroanos, y la de tantos colombianos que al igual a ellos, no se preocupan por la ausencia de recursos o de hábitos cuyo valor o aporte desconocen, sino por mantener prácticas y soluciones que al fin son las costumbres con las que aprendieron a adaptarse y defenderse. Esto hace que no accedan a los avances de la ciencia y el conocimiento.
Una mirada a los sentimientos y creencias arraigadas de nuestra población vulnerable nos exige repensar el apoyo bienintencionado que busca brindarles bienestar, para trascender la perspectiva que tenemos de que ellos asumirán de forma espontánea o automática lo que para los expertos resulta obvio.
Todos nuestros Lloró merecen ser redescubiertos, teniendo como imperativo cuidar y mantener las tradiciones de la población vulnerable, en la medida en que no les genere situaciones de riesgo a las comunidades y en especial a los niños que no pueden decidir por sí mismos. Es un dilema difícil, pero, en mi opinión, su vida y su salud están primero.
Qué necesaria es la presencia de los aspirantes a gobernar nuestro país en el siguiente cuatrienio, para que ondeen sus banderas de cambio con los pies en estas, que también son nuestras tierras. Porque en nutrición, ¡hoy en Lloró se llora!
Gonzalo Restrepo L.
Presidente de la junta directiva Fundación Éxito