Un millón veintiséis mil cuatrocientos noventa y un niños y niñas menores de cinco años estarían creciendo en Colombia sin la certeza de poder descubrir su gran potencial. Llevan a cuestas -sin saber- un rezago en su desarrollo que, si no es contrarrestado a tiempo, puede ser irreversible.
Este terrible mal se llama desnutrición crónica y sigue rampante obstruyendo el crecimiento sano de niños y niñas con mayor vulnerabilidad social y económica a lo largo y ancho del país.
Son diversas las causas de esta enfermedad, que es un asunto de salud pública y que representa un riesgo para la población infantil de todos los departamentos colombianos, como lo muestra el índice de Desnutrición Crónica dado a conocer recientemente por la Fundación Éxito. En su quinta entrega esta herramienta incluye cifras oficiales del año 2020 de 14 de las variables que determinan cómo crece la población infantil en un territorio.
El Índice revela una situación crítica y tristemente recurrente. En el análisis que recoge el comportamiento del Índice entre 2015 y 2020, evidencia cómo en 28 de los 32 departamentos hay un retroceso, y así mismo, un aumento del riesgo para 82 % de los niños y niñas menores de cinco años. En otras palabras, este mal silencioso sigue siendo una sombra acentuada porque en la pandemia muchos de los servicios de salud para la población maternoinfantil se suspendieron y no han recobrado la cobertura de 2018.
Lo que esta información sintetizada y analizada muestra es que por no tener alimentos suficientes y nutritivos, por falta de agua potable, de saneamiento básico, por falta de controles prenatales, por falta de vacunas, por el desconocimiento de las familias sobre el poder salvador de la lactancia materna, se cuentan por miles las vidas que empiezan truncadas en todos los departamentos.
De esto no habló recientemente James Heckman, nobel de economía (2000), como lo mencioné en este mismo espacio hace dos semanas. El desarrollo humano inicia desde el vientre materno y por ello la inversión en la primera infancia es crucial. Y urgente.
Es triste evidenciar no solo el estancamiento de muchos territorios que mostraban cierta fortaleza en la atención a los más pequeños, sino retrocesos o empeoramiento en aquellos cuya tragedia se ha conocido de tiempo atrás. Niñas y niños de Amazonas, Chocó, Guainía, Guaviare, Vaupés y Vichada tienen gravemente comprometido su desarrollo.
El 100 % de los municipios en los que habitan están en los niveles más bajos del Índice. En el caso de La Guajira, ninguno de los municipios ha mejorado: todo lo contrario, 60 % de ellos empeoró. En Cesar, Atlántico y Bolívar se han ido deteriorando las condiciones que propician esta enfermedad. De ahí que el 49 % de las muertes por desnutrición en menores de cinco años en 2020 sucedieron allí.
Saber que esto ocurre, pese a todo, es una luz. La solución empieza reconociendo el problema.
Cada territorio puede revisar su Índice de Desnutrición Crónica para tomar decisiones e implementar medidas según su clasificación y realidad. Otras luces llegan de municipios sobresalientes como Sabaneta en Antioquia, Usuacurí en Atlántico, Linares en Nariño, Sibundoy en Putumayo y Restrepo en el Meta, que sobresalen porque allí han logrado mejores condiciones para hacerle frente a la desnutrición crónica, a pesar de que el riesgo exista.
La gestión de las autoridades, tanto nacionales como territoriales, puede marcar una diferencia. Son las decisiones que se reflejan en sus planes, presupuestos y programas las que pueden incidir en que un niño inicie y transite por la vida en mejores condiciones.
¿Y cómo se puede combatir la desnutrición infantil? Con agua y salubridad; con apoyo para mejorar la alimentación, con campañas de vacunación efectivas, activando controles prenatales, promoviendo y asegurando consultas de crecimiento y desarrollo. Pero sobre todo, con voluntad y responsabilidad.
El informe se puede consultar en:
https://blog.fundacionexito.org/indice-de-desnutricion-cronica-2022
https://7988203.fs1.hubspotusercontent-na1.net/hubfs/7988203/IDNC%20pdfsunidos.pdf
Gonzalo Restrepo, presidente junta directiva.