Ahora que el Congreso discute el Plan Nacional de Desarrollo, la hoja de ruta que guiará la inversión del presupuesto nacional hasta el 2018, vendría bien recordar que es de sabios legislar no solo para las afugias del presente, sino también para las necesidades del futuro. En los esfuerzos, entendibles, por recortar y ser austeros, es importante priorizar a nuestros niños y su acceso a servicios básicos como la alimentación.
El Gobierno anunció desde ya un apretón de cinturón que se materializa en el recorte de 90 billones de pesos del Plan de Desarrollo. Es claro que el panorama económico actual obliga a ser conservadores y a recortar la inversión pública: hoy, Colombia enfrenta retos como un dólar fuerte que golpea las importaciones, una baja en los precios del petróleo y una disminución en la inversión extranjera. Sin duda, hay que gobernar y legislar con esa responsabilidad fiscal y, en ese sentido, ha sido muy claro el mensaje del Gobierno, pero es importante no perder de vista que el Plan es hacia el futuro, no solo para gobernar en el presente.
También hay una realidad más que justificada, los retos presupuestales que impondrá a Colombia el posconflicto son prioridad de la agenda política, pero no deberían relegar la inversión en primera infancia: no debemos olvidar que la generación que crece hoy en la guerra será la generación del posconflicto, y que invirtiendo en los niños podemos asegurar el país equitativo que soñamos todos con la paz.
De los 206 artículos con los que actualmente cuenta el Plan, dos están dedicados a primera infancia. Los números, en este caso, dicen mucho. Además, en la propuesta original que fue radicada en el Congreso, el Plan contempló la atención integral de 2’400.000 niños; sin embargo, en su paso por comisiones, esta cifra descendió a 2’000.0000 de niños atendidos dentro de la estrategia ‘De Cero a Siempre’, y aún falta que el proyecto termine su tránsito por el Legislativo.
Según cálculos de Raquel Bernal, de la Universidad de los Andes, en un estudio publicado en el 2014 por Fedesarrollo y financiado por la Fundación Éxito, para atender 2,5 millones de niños menores de 5 años en condición de vulnerabilidad socioeconómica en el país se requerirían 6 billones de pesos, lo que equivale al 0,7 por ciento del PIB. Esperemos que en ese recorte de 90 billones, no se disminuya deliberadamente la inversión en nuestros niños: la primera infancia es un compromiso de todos, un tema en el que podemos trabajar unidos como país tanto el sector público (incluyendo el Ejecutivo y Legislativo) como el privado.
La estrategia ‘De Cero a Siempre’, que logró atender a 1’00.000 de niños, ha sido fundamental para empezar a trabajar de manera integral por la primera infancia, y ahora necesita fortalecerse para aumentar su impacto y cobertura.
Si bien los esfuerzos desde el Gobierno Nacional y los recursos que queden consignados en el Plan son importantes, es igual de prioritario que los gobiernos departamentales y municipales incluyan estas políticas entre sus propios planes de desarrollo.
No perdamos de vista, al afrontar la desaceleración de nuestra economía, que invertir en el bienestar de la primera infancia tiene retribuciones inmensas a futuro: un país con mayor capital humano, con más equidad, con menos pobreza y que recorre exitosamente la senda del desarrollo. Ese cálculo es el que deben tener en mente quienes hoy debaten nuestras leyes.
Gonzalo Restrepo L.
Presidente junta directiva de la Fundación Éxito