Planes con todo excluido

    Sin alimentación, ni agua potable, ni alcantarillado. Son miles los niños de Colombia para quienes el recorrido en este mundo empieza lleno de ausencias.

    La metáfora que invita a entender nuestra vida como un viaje es útil también para ver con mayor claridad la realidad de una niñez que a lo largo y ancho de Colombia asume una existencia sin tener lo esencial.

     

    Empecemos por aterrizar un poco lo que respecta al hambre. Entendida como la falta de alimentos suficientes, suele ser el único flagelo que el común de la gente tiene en mente cuando se habla de desnutrición crónica. Pero con todo lo dura y cruel que es, en realidad es una más de las amenazas para la población infantil vulnerable y es la suma de muchas otras carencias, que al final se expresan o se manifiestan en forma de desnutrición crónica.

     

    Acoger a la niñez que la padece nos ha enseñado a identificar lo que hace falta en su equipaje. A los niños de varios municipios de Colombia los bañan en los ríos que también hacen las veces de sanitarios. Cientos crecen en tierras que dan tubérculos nutritivos pero que son lavados con agua insegura y contaminada, y al ser consumidos generan enfermedades infecciosas. Demasiados no acuden nunca a un centro de salud para control de crecimiento y desarrollo porque sus padres o cuidadores desconocen que deben hacerlo o porque no tienen uno cerca; otros tantos en el vientre de su madre pierden la oportunidad de ser revisados para reducir riesgos que se pueden evitar antes de su llegada al mundo.

     

    Miles no reciben leche materna, el alimento natural que es vacuna y remedio al mismo tiempo, porque quienes están a su alrededor desconocen su poder protector. Son muchos a quienes les pasa todo lo citado. Tenemos más de medio millón de niños para quienes los alimentos nutritivos son sólo una más de sus necesidades básicas insatisfechas.

    Nos hemos resignado un poco a “entender” que es normal que esto suceda en lugares recónditos como Vaupés, Chocó o Punta Gallinas donde las carreteras escasean o los planes turísticos no son tan usuales. Más, en algunos no tan distantes de nuestras bonitas capitales, como Tierra Bomba, a media hora de Cartagena en lancha o Soacha a 45 minutos de Bogotá por tierra, o incluso en las urbes colombianas, todavía crecen niños sin agua potable, con madres que no estudiaron o no terminaron su primaria o la secundaria, o en hogares donde no hay condiciones adecuadas de saneamiento básico.

     

    Y debo agregar que hechos tangibles como el desplazamiento en campos y ciudades, viene haciendo más larga esta lista de pendientes con nuestra niñez, porque vivir a la deriva tiene repercusiones inmediatas en el estado nutricional de niños -y adultos también-. En el registro que realizó la Fundación Éxito que trabaja por la nutrición infantil en toda Colombia*, se identificaron 652 niños que viven en municipios priorizados por la violencia, de ellos 35% tiene desnutrición crónica, mientras que en los municipios no priorizados el porcentaje de afectados es del 22%. Otro dato inquietante en este acercamiento, es que más de 1.100 niños viven en lugares urbanos y rurales sin agua potable.

     

    Estamos comprometidos con la erradicación de la desnutrición crónica, para lograr el desarrollo físico y cognitivo adecuado de los menores de 5 años que los lleve al terreno saludable de la equidad, porque así podrán crecer con las condiciones adecuadas para luchar por su progreso. Pero la buena alimentación no es garantía por si sola para darles este nuevo y merecido destino. Seguimos necesitando más tripulantes interesados en equipar mejor nuestra niñez colombiana.

     

    *Datos evaluación niño a niño población infantil beneficiaria Fundación Éxito.

     

    Gonzalo Restrepo, Presidente Junta Directiva Fundación Éxito

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