Por qué el PIB da la talla

    Se atribuye al nobel ruso-estadounidense, Simon Kuznets (1901-1985) la aparición del PIB como herramienta para sintetizar en una cifra el valor monetario total de la producción de bienes y servicios de un país en un lapso definido. Desde los años 30 se ha usado este indicador como termómetro de la economía, y como referente de otras proyecciones del desarrollo humano.

    Al margen de las limitantes que pueda tener, el PIB sigue siendo la única manera de medir la riqueza material disponible, que entrega una visión general y objetiva del desempeño de la economía. Además de esto, expertos en desarrollo económico interesados en estudiar inversiones sociales costo-efectivas, han mostrado la correlación que existe entre el PIB per cápita y el crecimiento económico, con algunos indicadores sociales, como el porcentaje de niños con desnutrición crónica o retraso en talla.

     

    Desde 2015, Smith y Haddad vienen poniendo sobre la mesa que un incremento en 10% del PIB per cápita, disminuye en 6.7% la prevalencia de desnutrición crónica en un país. En la misma línea, Marie Ruel y otros investigadores han estimado que esta reducción sería del orden de 5.9%.

    Este indicador del desarrollo humano, es clave porque muestra cuántos niños y niñas no están creciendo sanos en un país, es decir, quiénes no alcanzan a descubrir las capacidades y habilidades latentes según la edad. Las políticas y el desempeño de la economía son determinantes en el inicio de la vida de las personas, porque favorecen o dificultan la solución de las necesidades básicas de los ciudadanos en general, sin lo cual no se puede crecer bien.

    Y es una relación recíproca, dado que mientras mayor sea el número de niños y niñas que logran crecer en condiciones óptimas, además de las razones de dignidad humana que sobraría anotar porque son obvias, será mejor la perspectiva económica de la nación que los tendrá como ciudadanos en su juventud y adultez: son su capital humano. Son personas que tendrán las condiciones individuales para forjar su propio progreso y que podrán aportar en su hogar y en su entorno. En teoría, no engrosarían gastos en tratamientos de enfermedades evitables, por ejemplo.

    ¿Por qué es especialmente grave aún la situación de nuestros jóvenes? Simplemente porque continúan a la deriva según el reporte Panorama sociodemográfico de la juventud de Colombia del Dane. Los vemos en las tristes listas de los inactivos (ni estudian ni trabajan), de los subempleados, de puestos informales o de baja productividad. La atención que ellos debieron haber recibido cuando eran niños pudo haber contrarrestado muchas de sus falencias presentes, sin desconocer el impacto de la actual emergencia. Una forma muy elemental de anticipar nuevos desenlaces, es mirar de frente y no de lado a la niñez que está intentando crecer y que tendrá que sortear seguramente situaciones como la actual.

    De hecho, el devenir de nuestra historia económica, teniendo como referencia el progreso, es intermitente y cíclica en cuanto al acceso a las más destacables invenciones humanas como la energía eléctrica, el alcantarillado, el agua potable, las vacunas, los sistemas de agricultura sostenibles. Sabemos que ha dado prosperidad a unos y dejado rezagados a otros, limitando el tránsito de nuestro crecimiento como nación, por su marcada desigualdad.

    Lo rescatable de mirar atrás no es solo entender que tenemos un origen diverso y de contrastes y que traemos brechas de vieja data, sino identificar las falencias u omisiones que se han repetido a través del tiempo, para remediarlas ya.

     

    Gonzalo Restrepo L.

    Presidente Junta Directiva Fundación Exito

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