Aunque los niveles de aceptación y convicción son disímiles, la mayoría de personas en el mundo ha entendido paulatinamente que el cuidado de quienes no pueden cuidarse a si mismos es una cuestión impostergable y de efectos evidentes. En esta ola de aprendizajes forzados y de cambios imprevistos puede entonces uno pensar que es posible que la humanidad dé un nuevo giro en lo que respecta a las acciones en favor de la primera infancia, vulnerable por naturaleza ante su imposibilidad de tomar decisiones propias.
Dentro de los detalles que se deberían considerar para asumir una postura realmente responsable y protectora, vale la pena destacar la importancia de la oportunidad en las decisiones que los niños y niñas menores de 5 años necesitan, ante la evidencia suficiente que tenemos sobre los daños irreversibles que ocurren en el inicio de la vida cuando se sufren carencias básicas.
Actuar a tiempo y efectivamente para el cuidado de esa niñez tiene un peso excepcional. Es un imperativo que en las discusiones cotidianas ante las medidas gubernamentales que a diario debemos adoptar, se incluyan las que busquen aminorar el riesgo de desnutrición infantil. Necesitamos tanto conocer las disposiciones de los mandatarios locales al respecto, cuanto las posturas conscientes de los ciudadanos para enriquecer la discusión y tomar en nombre de los menores las mejores decisiones.
Esta conversación exige un nivel de análisis superior. Debe incluir el costo emocional y económico de someter a los menores de edad a restricciones pensadas para los adultos. La perspectiva debe ser desde la necesidad y la prioridad del niño o niña que como sabemos, depende de que “alguien” abogue en su nombre por su salud y bienestar.
Quiero hacer eco de las voces que claman por darles prioridad, como se lee en la declaración de Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF al referirse al regreso de la niñez a los establecimientos educativos: “Debido a la ausencia de las comidas escolares, muchos niños están hambrientos y su nutrición está empeorando. A causa de la falta de interacciones diarias con sus compañeros y la reducción de la movilidad, están perdiendo su forma física y están mostrando síntomas de trastornos mentales. Asimismo, al no disponer de la red de seguridad que suele brindarles la escuela, los niños están más expuestos multiples formas de abuso.
No es una decisión fácil pero no podemos ser absolutistas ni sacar a los niños menores de la ecuacion. Debemos hablar por ellos y ocuparnos conscientemente de su presente. Pero no únicamente desde nuestros propios miedos o limitaciones, sino asumiendo el desafío que representan sus requerimientos elementales.
Su salud y su futuro deben hacer parte de la discusión.
Como bien lo expresó Mahata Ghandi, a quien recordamos especialmente cada enero “el futuro depende de lo que hagas hoy”…Si decimos que los niños y niñas son el futuro, también son nuestra realidad presente y su suerte e integridad están sujetas a las decisiones que la familia, el Estado y la sociedad tomamos hoy por ellos.