La historia de los dos es como la de muchos que para conocerse bien, necesitan pasar largo tiempo juntos. A ninguno de los dos les gustan las interrupciones cuando comparten esos momentos tan suyos tranquilos y sosegados. La verdad es que a él le cuesta más entenderlo. Le es muy difícil expresar el temor y la ansiedad que experimenta en los momentos de soledad, por más cortos e insignificantes. En realidad detesta estos momentos.
Y las separaciones no son el único mal. Otras falencias se empiezan a colar en sus vidas, a veces generando más miedo que certezas. Entre ellas una educación limitada, desconocimiento, pocos recursos…y tantas otras cosas que los fueron alejando de la normalidad.
El día en que los expertos en salud le dijeron a Angela que algo diferente debía hacer por el bienestar y futuro de Cristóbal, ella repasó uno a uno sus comportamientos, sus temores, sus hábitos, los encuentros de ambos y su relación de amor y cuidado. No entendía cómo tanta entrega podía no ser suficiente. Cristóbal esperaba. Estaba menos expresivo, y aunque su figura en general era la misma, lucía decaído, irritable y muy apático. “Lo que hagan ustedes dos ya, se notará después”, sentenciaron en esta visita reveladora los expertos. Pero ella no se asustó.
Algunos allegados, animados a opinar basados en sus creencias y conjeturas heredadas opinaron que era una alarma innecesaria. Un tema menor sin importancia que les pasaba a muchas madres en Colombia. Que no era para tanto, insistían.
Pero Angela prefirió escuchar el consejo del experto y siguió al pie de la letra sus instrucciones. Era llamativo para ella que le hablaran de despreocuparse por la cantidad, que esa se autorregula automáticamente y que además, aquí no se habla de excesos, porque del equilibrio se encarga la naturaleza. Nunca antes le habían insistido tanto en que confiara en lo suyo, en lo que sintiera natural. Que estaban solos en casa, ella y Cristóbal únicamente conectados por la fuerza del amor. No era cosa de papeles firmados, de métodos o de leyes hechas por el hombre.
Así, más tranquila, los encuentros se mantuvieron en casa siguiendo las directrices. Entendió Angela aquello de que menos es realmente más. Ella tenía en su cuerpo la exigente lista de ingredientes que se requiere para este tipo de tratamientos y que es increíblemente rigurosa: proteínas, grasas, carbohidratos, minerales, vitaminas y agua.
La proporción de proteínas garantiza la presencia de cisteína (que es un aminoácido esencial para los primeros meses de vida) y de taurina, que es un modulador de crecimiento. Y los anticuerpos, receptores análogos, lactoferrina, lisozima y leucocitos, factores de defensa indispensables. Debía, quería, alimentarse lo mejor posible, estar más tranquila y seguir persistiendo en este acto generoso con todo su amor.
Y así fue como Cristóbal tuvo poco y todo. Solo leche materna hasta los 6 meses. Era eso lo que su cuerpo requería y nada más. Después de varios encuentros él respondió positivamente a esta nueva terapia. Recibió el regalo, lo disfrutó y lo empezó a añorar con más fervor. Entonces se volvió mucho más hábil para hacer su parte.
Cristóbal es uno como cientos de los menores de un año que hemos visto recuperarse de desnutrición crónica o retraso en talla, porque tienen a su lado mamás como Angela, que pasan voluntariamente del desconocimiento al empoderamiento.
Necesitamos más Angelas que aprendan a valorar la lactancia como el acto de amor que más alimenta, el antídoto natural contra el riesgo de que un niño empiece cojeando y no pueda crecer sano por falta de nutrientes completos en sus primeros meses de vida y que serán determinantes en su futuro .
Gonzalo Restrepo, Presidente Junta Directiva Fundación Éxito