Sin ceros en La Guajira

    Es alentador que el gobierno Nacional haya promovido el inicio de una cooperación articulada y consensuada desde La Guajira, convocando a los diferentes sectores oficiales y de la sociedad civil a sumar fuerzas, saberes y experiencias para actuar en bloque en favor de este territorio.

    Es doloroso, pero cuenta como experiencia reconocer el triste prontuario de los infructuosos intentos por afrontar la precaria situación social y económica en esta región, detallados justamente en la sentencia de la Corte Constitucional - T-302/17 – que ordena proteger los derechos fundamentales a la salud, al agua y a la alimentación de los niños y las niñas del pueblo wayú del departamento de La Guajira.

    Lo bueno ante una desgracia conocida, es que sobran diagnósticos y radiografías, y que se cuenta con herramientas, políticas y lineamientos de probada efectividad y sobrada evidencia. Lo malo, es que sabemos que ha escaseado históricamente la fluidez administrativa en los entes gubernamentales que permitan que se dé la esperada ejecución.

    Así que para pasar a la acción nos tenemos que aferrar como nación a lo que ya tenemos para no perder este nuevo impulso: no se tiene que partir de cero para evitar por fin que los niños y las niñas se mueran por causas evitables y para que, en este territorio, paradójicamente rico en diversidad, las posibilidades del progreso sostenible se puedan instaurar con reales garantías.

    No se tiene que partir de cero para lograr cero desnutrición, porque hay una suma de esfuerzos conocidos y anónimos, de personas y entidades que por años han luchado en silencio y con poco eco, para salvar vidas.

     

    En una reflexión ante el panorama complejo que tiene la humanidad de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el 2030, el profesor español Carlos Mataix, director del Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano de la Universidad Politécnica de Madrid, afirma con tono optimista que cada cierto tiempo se logran avances exponenciales gracias a identificar lo que él llama “palancas de transformación”. Quizá este impulso que está proponiendo el Gobierno pueda ser el inicio de un cambio exponencial. Lo que propone desplegar en La Guajira, se dibuja esperanzador.

    Incluir en la solución a la comunidad wayú y a la población infantil de otros territorios, que como éste añoran de sus gobernantes, instituciones y sociedad una forma incluyente y diferente de protegerlos y actuar a su favor, es un punto a resaltar. ¿Por qué no? Al menos esa es la sensación que nos deja la conversación sostenida en la primera mesa de cooperantes “Crece la Generación de la Vida en La Guajira” convocada por el ICBF con el apoyo de la Agencia Presidencial de Cooperación Internacional de Colombia-APC Colombia.

    La conversación fluyó. Se habló de crear zonas de recuperación nutricional o comunitaria y de activar una ruta centrada en 4 municipios: Maicao, Uribia, Riohacha y Manaure. Se subrayó la intersectorialidad como modalidad de cooperación y de la integración de los actores que abogan por la salud, la nutrición y la educación formal, en cada zona o territorio.

    Un panorama prometedor y retador. Desde la dirección del ICBF uno de los partes de tranquilidad está en el interés de conocer las iniciativas de las entidades que ya operan en estos territorios, en el respeto por el saber y el legado cultural y ancestral, y en el fortalecimiento del liderazgo de las comunidades.

    En esta propuesta la proyección en la atención incluye el fortalecimiento de la red pública de hospitales, la adecuación de diferentes unidades móviles, así como la gestión unificada de datos.

    Probablemente la mesa de los cooperantes tendrá entre en sus futuros temas plantear los “cómo” para llevar a un feliz término estos necesarios “qué”.

    Siempre será mejor para la niñez que se debate entre la vida y la muerte que los adultos responsables de garantizar sus derechos fundamentales, tengan las conversaciones pertinentes para cooperar, identificar y realizar las acciones correctas a tiempo.

    Como escribió el neurólogo, siquiatra y filósofo austriaco Viktor Frankl en “El hombre en busca de sentido”, la clave de la supervivencia está en no abandonar la esperanza, aun en las situaciones más desesperadas.

     

    Por Gonzalo Restrepo

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