Un país sin pobreza y desnutrición infantil

    Soñar es creer que es posible, plantearse metas y tratar de lograrlas. Las palabras del presidente Santos, cuando nombró a Miss Universo embajadora de la nutrición infantil, muestran que tener indicadores cuantitativos es el primer paso para ayudar a materializar metas: las del país mejor educado, sin pobreza extrema y con niños sin desnutrición.

     

    En sus palabras, el presidente reiteró que en el 2025 Colombia será el país más educado de América Latina, anunció que ese mismo año se erradicará la pobreza extrema, e incluyó un nuevo propósito: que en el 2030 se acabará la desnutrición infantil. Las metas, como sueños, se pueden convertir en estrategia política para el cambio. ¿Pero es fácil la ruta para llegar a este fin?

    El camino para lograrlo está condicionado a la voluntad política del Gobierno Nacional y de los gobernantes locales. Esta implica la asignación de presupuestos, el desarrollo de un plan y la coordinación de acciones claras para lograrlo. Deberían ser proyectos de Estado que trasciendan las coyunturas políticas.

    En el tema específico de la desnutrición, la meta del Gobierno es coincidente con una que planteamos desde el sector privado: erradicar la desnutrición crónica en menores de 5 años para el 2030. Un primer paso sería reducir este 2015 a un solo dígito la desnutrición crónica, registrada en 13,2 por la Encuesta de Situación Nutricional en 2010. Para esto, es necesario consolidar un movimiento nacional y una alianza público-privada sólida que trabaje conjuntamente en ese propósito.

    Las metas planteadas se correlacionan entre sí y el cumplimiento de una puede apalancar el éxito de la otra. Sin embargo, para ser el país más educado de América Latina debe haber una fuerte inversión en la primera infancia, que garantice su nutrición, cuidados y estímulos. Niños que llegan al mundo en desventaja (con bajo peso), que siguen sus primeros años desnutridos, no se desarrollarán para construir ese país que quiere ser el más educado. Por eso, la meta en educación, por ir de primera, no puede ser excluyente de la de nutrición y debería estar acompañada de una política clara de inversión integral en primera infancia, con un foco en los primeros 1.000 días de vida.

    Sin duda, hay también una relación directa entre pobreza y nutrición. Es sabido que bajos ingresos en la población más pobre limitan la capacidad de compra de alimentos. Sin embargo, acabar con la pobreza extrema no significa terminar con la desnutrición, que no es exclusiva de los más pobres y que puede pervivir en situaciones sociales más acomodadas.

    Al plantear las metas por separado, hay un acierto en entender que reducir el hambre no es lo mismo que disminuir la pobreza, aunque ambas metas puedan beneficiarse una de la otra, pues está comprobado que, a largo plazo, reducir la desnutrición infantil es una forma efectiva de luchar contra la pobreza. Cifras del Banco Mundial indican que bajar un 1 % las tasas de desnutrición, disminuye un 4 % la pobreza.

    Todas estas metas ayudarán a hacer de Colombia un país más equitativo, con menos brechas sociales. Es un sueño, sin duda, pero es posible con el esfuerzo decisivo de todos los sectores, sin competencias, y con una voluntad política sostenida en el tiempo. Esta voluntad podría empezar por que los candidatos a alcaldías y gobernaciones que hoy están campaña, hagan también suyos, a nivel local, estos propósitos.


    Gonzalo Restrepo, Presidente Junta Directiva Fundación Éxito

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