Para bien y/o para mal los demás tienen injerencia en nuestro desarrollo, porque como dice Fernando Savater “nadie llega a convertirse en humano si está solo”.
El proceso de la crianza es tal vez el que mejor retrata una contribución colectiva en favor de un niño o una niña que depende de los demás para sobrevivir con amor y protección. Nunca, como en el inicio de la vida, el papel de los otros puede marcar una sucesión de hechos afortunados y positivamente duraderos. O todo lo contrario.
Por eso al hablar de los ejes de la salud nutricional de la primera infancia como la lactancia materna y la alimentación complementaria, aspectos como la corresponsabilidad y la suma de voluntades ganan especial importancia.
Así sucedió en el reciente Congreso internacional convocado desde Colombia con la participación de expertos de los 5 continentes.
Junto a las contribuciones de prácticas exitosas y de políticas públicas que abogan por la salud materno infantil, en este encuentro académico hicieron eco los llamados a subrayar el impacto en la vida de los más pequeños cuando una mamá lactante tiene una pareja y/o una familia que la acompaña; cuando un saber ancestral se complementa con una práctica formal en armonía y respeto; y cuando la voluntad política se basa en la ciencia, en la responsabilidad social y se lleva del lado de la comunidad con enfoque diferencial.
La salud nutricional en la primera infancia del país y del mundo exige además de un trabajo articulado entre sectores, una perspectiva que indague por la participación y la influencia de la sociedad en el actuar de los padres y de las familias. “El papel que juegan las creencias culturales y las tendencias sociales determinan la forma en que una madre alimenta a su infante”, concluía en este espacio académico la pediatra peruana María del Carmen Calle.
“…Sabemos que la paternidad es universal pero tiene un comportamiento altamente variable”, afirma la experta australiana Shanti Raman, haciendo alusión a las diferencias en procesos del comportamiento infantil como la alimentación, el juego, el sueño y el aprendizaje, en comunidades cuyas costumbres, valores y creencias han sido impactadas por otras culturas ante fenómenos como la migración o la misma globalización. El momento en el que estos comportamientos toman forma es el periodo perinatal (desde el embarazo hasta los 5 años) y es el más crítico porque “tiende un puente entre lo biológico y lo social”, y es cuando más se precisa de la intervención oportuna de salud. Por esto, la doctora Raman sostiene que “las intervenciones específicas para evitar la desnutrición materno infantil implementadas eficazmente en ese periodo perinatal a través de la participación y compromiso comunitario puede hacer la diferencia”.
En este lapso de los primeros años de vida también es clave el conocimiento con el que cuentan los padres de familia y los cuidadores de los niños y niñas. El chileno Esteban Puentes, doctor en economía, sostiene que la información que tienen los padres de familia determina las decisiones que toman sobre la nutrición de sus hijos. Con base en su estudio sobre la estatura, afirma que cuando los padres de familia hacen comparaciones de sus hijos con otros niños, sus puntos de referencia cambian, y a partir de ahí pueden cambiar también sus decisiones de alimentación.
La experta brasileña Cíntia Ribeiro Santos, coordinadora del Banco de Leche Humana del Hospital Sofia Feldman Brasil, nos regaló una bella descripción al referirse al reto en la promoción de la lactancia materna que bien se puede hacer extensiva a todas las iniciativas que se centran en el bienestar de la niñez: “No siempre es fácil pero con apoyo es posible”.
Por Gonzalo Restrepo