A los teléfonos móviles los llamaron inteligentes cuando además de la facilidad de hacer y recibir llamadas acortando distancias, se les concedió el poder de almacenar datos y ponerlos en acción. Los teléfonos inteligentes o smartphones se caracterizan sobre todo porque son el eje central de miles de conexiones. El gran inspirador y creador de este innegable avance es el cerebro humano.
De forma vertiginosa hemos venido aprendiendo a usarlos y más rápido aún a depender de ellos para todo. Son una indiscutible herramienta. De ahí lo traumático y preocupante que ha resultado para tantos en el mundo cuando se presumió que algunos smartphones estuvieran en riesgo de perder gran parte de su gracia, si los dejaran aislados de ciertos sistemas operativos que permiten que se ejecuten varios programas y aplicaciones. Es decir, pasarían a subutilizar un gran potencial.
Visto de forma muy general y simple, lo que técnicamente parecía que le fuera a suceder a los smartphones, que ha tenido tanta repercusión en el mundo, es lo que le sucede al cerebro humano cuando está en el mejor punto de su formación y su desarrollo. Cuando llega la desnutrición crónica en los primeros mil días de vida, este órgano central no recibe estímulos como el alimento adecuado en la cantidad necesaria para asegurar las conexiones que le permiten funcionar tal como fue programado.
Sin nutrición, todo un ejemplar trabajo de creación e inspiración podría quedar apagado por dentro: aplicaciones tan irremplazables como la toma de decisiones, la planeación, la empatía, la regulación del lenguaje, el pensamiento matemático, las emociones, el comportamiento social, quedarían como en “mute”.
Sin estímulos la funcionalidad del cerebro se aminora. La lactancia es otro de esos estímulos probados para que el cerebro se desarrolle mejor.
El cerebro tiene varias partes predeterminadas por “diseño” natural, que son como nuestros programas y aplicaciones, pero su verdadera dimensión se logra cuando hay puentes que las unen y las hacen funcionar. El milagro no es sólo que existan, sino que sean “encendidas”. En este complejo proceso las sustancias se activan para conectar las neuronas que determinan la suerte de otros procesos trascendentales en el desarrollo humano. Es sin duda un indescifrable sistema operativo que se activa con la nutrición y el cuidado, porque sólo así ocurren billones de conexiones neuronales que el cerebro está en capacidad de generar en muy corto tiempo y que servirían para toda la vida.
Seguramente la capacidad humana (cerebros que se desarrollaron al máximo oportunamente) detectará la forma de superar el insinuado riesgo de desconexión para los smartphones. Pero esto no ocurre con el eje de nuestro sistema operativo central. La falta de estímulos y la ausencia de conexiones tienen su principal momento antes de los dos años de vida, y luego por más ciencia y tecnología que exista, lo que no se conectó a tiempo no lo hará después: para el desarrollo del cerebro en la primera infancia la opción que debemos garantizar siempre es la primera: alimentar, cuidar, proteger, son las invenciones más inteligentes que puede hacer el ingenio humano por sus niños.
Paula Escobar, Directora Ejecutiva Fundación Éxito